Llegas a clase y la historia cambia. Presuponen calor en el exterior por lo que el aire acondicionado se convierte en un frío difícil de soportar. El trayecto entre edificios para cambiar de clase vuelve a ser caluroso en el sol, frío en la sombra. La siguiente clase es tremendamente calurosa, más que la temperatura del exterior. Nuevo contraste. Y entonces acaban las clases. El sol empieza a ponerse hasta hacerlo del todo a las seis de la tarde. Y ahí te vuelve a hacer falta algo más de ropa, unas veces, y te sobra hasta la piel otras.
Sigo sin acostumbrarme al frío de Memphis y, como resultado, hoy me he pesado en la cama todo el puñetero día, sin siquiera Internet. Buena oportunidad para volver a mis lecturas, porque mis deberes ya los he acabado. Tanto en inglés como en español, que me divierten mucho más. Hoy sigo con “Los renglones torcidos de Dios”, de Torcuato Luca de Tena. No llevo ni cien páginas, pero desde luego tiene muy buena pinta. ¡Gracias prima por tu regalo!
¡Hoy vuelto a estar malo, y ya no sé cuántas van! Mientras se me pasa y no, cuelgo en mi pared las postales de Alicante que me mandó mi abuelo hace poco a ver si, por lo menos, calientan la habitación.
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